En una noche misteriosa, el renombrado detective Pérez caminaba por la calle y se encontró con un gato negro muy astuto. Al verlo, el detective pensó: «Este gato debe tener un caso pendiente». El gato lo miró fijamente y maulló desafiante. Pérez, decidido a resolver cualquier misterio, se agachó y preguntó: «¿Gato, tienes alguna pista?». El gato, muy serio, le respondió: «Sí, tengo una, pero prefiero las sardinas». Pérez se rió y pensó: «Este sí que es un gato con olfato… ¡para pescado!»