Un pingüino se sube a un avión y se sienta en primera clase. La azafata, sorprendida, le dice: «Disculpe, señor pingüino, esta área es para pasajeros de primera clase solamente». El pingüino responde: «No se preocupe, tengo mi boleto especial», y le muestra una foto de un iceberg mintiéndole que es una tarjeta de embarque exclusiva. La azafata, riendo, dice: «¡Con eso me has dejado helada, bienvenido a bordO!»