Un día, el número 7 estaba llorando en una esquina. El número 5 se le acerca y le pregunta: «¿Por qué lloras, 7?». Y el 7 responde: «Es que tengo tantos problemas matemáticos que siento que mi vida está llena de incógnitas». A lo que el 5 le dice: «Tranquilo, amigo, recuerda que después de cada ecuación siempre hay una solución… solo no te hagas derivadas».